Desde la Revolución Industrial, la vida humana se ha prolongado de manera inusitada y constante. Año tras año, la esperanza de vida aumenta, sin que los científicos sepan definir muy bien por qué. Avances médicos y la mejora de la calidad de vida podrían ser algunas de las razones. Sin embargo, quizá la contaminación tenga aún reservadas algunas sorpresas: el calor -originado por el calentamiento global- prolonga el tiempo de vida, y el excesivo CO2 en la atmósfera provoca que las plantas produzcan mayor cantidad de algunas sustancias que frenan la acción de radicales libres que se asocian con el envejecimiento.
Durante los últimos dos siglos ha habido un aumento muy significativo de la temperatura de la Tierra, quizá de consecuencias tan radicales como las de la última glaciación. La cantidad de CO2 presente en la atmósfera, además, ha superado las concentraciones de cualquier otra época. Ambas características de nuestro medioambiente han afectado la vida en la Tierra y la salud humana, tema éste último que ha preocupado durante mucho tiempo a los expertos. Sin embargo, hay una cuestión que se ha empezado a tener en cuenta desde hace poco: el aumento de la longevidad. ¿Tiene algo que ver el cambio climático con el incremento desmesurado de la esperanza de vida en el ser humano?.
En el año 2000, la revista Nature publicaba un estudio de los investigadores Li Tuljapurkar y C. Boe en el que se relacionaba la longevidad con la cantidad de CO2 en el aire, aunque se advertía que los análisis a este respecto eran aún muy escasos. Las investigaciones señalaban que podía haber una relación entre las concentraciones de este gas contaminante y el aumento de la esperanza de vida en el Hombre, debido a que el CO2 propiciaba el desarrollo de ciertas sustancias en las plantas, que eran buenas para nuestra salud. Incrementos en la cantidad de vitamina A y C podían ser consecuencia de una respuesta de la vegetación a las altas concentraciones de este gas contaminante en el aire. Asimismo, se había podido observar que el aumento del CO2 en plantas resultaba efectivo en la lucha contra diversas enfermedades, como el cáncer o las insuficiencias cardiacas. En lo que respecta al calentamiento global, las altas temperaturas siempre ayudan a que la vida se prolongue, mientras que el frío produce en general muertes más prematuras. Reducción drástica de la mortalidad Tal como explica en un documentado artículo la revista CO2 Science, la mortalidad ha disminuido en los países desarrollados espectacularmente en los últimos 150 años.
El estudio de Tuljapurkar señalaba ya que en el periodo que va de 1950 a 1994, en Canadá, Francia, Alemania Occidental, Italia, Japón, el Reino Unido y Estados Unidos, la esperanza de vida aumentó exponencialmente manteniendo un rotundo incremento constante. En la Antigüedad, la gente moría como media a la edad de 20 años, y ahora aspiramos a vivir hasta los 80. Asimismo, este aumento de la esperanza de vida ha mantenido el ritmo con el paso del tiempo, y su aceleración no ha menguado. ¿Por qué ha aumentado tanto nuestro tiempo de vida? ¿Continuará aumentando en el futuro? Evidentemente, los adelantos médicos y los hábitos de salud han mejorado nuestras posibilidades. En la actualidad, se superan enfermedades que antes resultaban fatales: infecciones, parásitos, malnutrición, problemas en el embarazo y en los partos, enfermedades degenerativas, etc. También se mantiene con vida durante más tiempo a enfermos crónicos. Pero lo cierto es que, además, los mayores duran cada vez más y su calidad de vida se mantiene durante muchos más años. Tercera edad saludable y longeva Diversos estudios previos ya han demostrado que, en las décadas de los años 80 y 90, en Estados Unidos, los problemas propios de la tercera edad se redujeron, y además a un ritmo constante. En lo que se refiere a la media global del planeta, la esperanza de vida se ha doblado en los últimos dos siglos, alcanzando los 65 años para los hombres y los 70 para las mujeres. Este aumento se ha dado con una regularidad anual, y resulta un fenómeno que jamás antes se había observado en la historia de la humanidad. Todas estas observaciones señalan que puede demostrarse claramente que, tanto el aumento de la temperatura global como el de la cantidad de CO2 atmosférico han influido en este cambio. Es cierto que también existen influencias negativas para nuestra salud en ambas circunstancias, pero los expertos señalan que éstas son minúsculas en comparación con el incremento espectacular de nuestra longevidad. Radicales libres controlados Estudios recientes han demostrado que enriquecer el aire con dióxido de carbono aumenta las concentraciones y la actividad en las plantas de ciertas sustancias beneficiosas para la salud humana. Estas sustancias, como el ácido ascórbico, la antiocianina o los flavonoides (pigmentos vegetales), reducen los daños que los radicales libres producen a nuestro organismo. Un radical libre es una molécula extremadamente inestable y con gran poder reactivo. Se forma en el cuerpo humano por el contacto con el oxígeno (por la respiración) y actúa alterando las membranas celulares y atacando el material genético de las células. También daña las proteínas y los lípidos, y con el paso del tiempo puede producir cáncer. Pero, sobre todo, los radicales libres son en parte responsables del envejecimiento porque disminuyen la funcionalidad de las células, que no se dividen tanto como cuando somos jóvenes, lo que reduce el número de mitocondrias (órganos celulares que suministran la energía necesaria para el funcionamiento de la célula), con el consecuente deterioro del cuerpo con el paso del tiempo. Las sustancias que el CO2 activa en las plantas originan también una oxidación de las lipoproteínas del organismo de baja densidad, acumulación de plaquetas y vasodilatación del endotelio de las arterias. El efecto del CO2 en las cosechas es hoy por hoy un hecho que afecta a todo el planeta, y a todo tipo de plantas.
Este fenómeno podría tener un impacto en la salud humano mayor de lo que hasta ahora se ha pensado y podría ser una de las razones del espectacular aumento de la esperanza de vida en los dos últimos siglos. Los expertos afirman que aún faltan por realizar numerosos estudios para determinar si realmente este gas es bueno para la salud humana. Por el momento, el consenso científico es abrumador respecto a las consecuencias negativas del aumento del CO2 y de otros gases contaminantes en la atmósfera debido a su contribución al cambio climático.
La incidencia de esta contaminación es particularmente notoria en lo que se refiere al incremento de enfermedades infecciosas tropicales, inundaciones y tormentas, extinción de especies de animales y plantas, sequías más intensas y prolongadas y destrucción de cultivos. Aparentemente, contribuye asimismo a prolongar la vida.
Una paradoja más de la naturaleza.
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